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Casa de México vuelve a su cita con el Altar de Muertos de la mano del oscarizado Eugenio Caballero

Foto del escritor: Juan Martín SalamancaJuan Martín Salamanca

Premiado por sus trabajos con Guillermo del Toro, J.A. Bayona o Alfonso Cuarón, el director de arte firma el diseño del altar 2024, que mira al cine y la tradición mexicana


Altar de Muertos 2024 en la Casa de México en España. FCME

La Casa de México en España vuelve un año más a su cita con una de las tradiciones más conocidas del país norteamericano, la instalación de su Altar de Muertos, cuyo diseño ha recaído en esta ocasión en el director de arte Eugenio Caballero, quien cuenta en su haber con un Oscar por su trabajo en la película El Laberinto del Fauno (2006), de Guillermo del Toro, y con un Goya por Un monstruo viene a verme (2016), de Juan Antonio Bayona.


El Altar de este año, que la Fundación Casa de México en España (FCME) organiza por séptima edición con motivo del la celebración del Día de Muertos, no tiene una dedicatoria concreta —el anterior tuvo como protagonistas a mujeres mexicanas destacadas en la historia—, sino que se ha concebido como un homenaje a esta tradición que hunde sus orígenes en la cultura indígena prehispánica y a la que la UNESCO declaró en 2003 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.


No obstante, el amor por el cine de su diseñador se cuela en alguno de los elementos de este altar que en realidad se constituye de diversos altares —el principal ocupa la escalinata principal del palacete que acoge a la Casa de México en Madrid y se trata de un diseño de 30 metros cuadrados realizado por Maru Calva e inspirado en los dibujos del maestro artesano Javier Martínez Pedro—.


Una instalación artística también presente en la fachada de este edificio ubicado en el número 20 de la calle Alberto Aguilera que recrea las anaranjadas flores de cempasúchil que acompañan cualquier altar de muertos y las calaveras o calacas también imprescindibles en estas composiciones votivas que, a diferencia de las celebraciones anglosajonas de Halloween con las que comparten fechas, no buscan ahuyentar a las almas de los difuntos, sino invitarlas a visitarnos y recordarlas a través de los elementos a los que tenían apego.


La vida y la muerte, misterio que cada cultura ha tratado de explicar a su manera, encuentra en el Día de Muertos mexicano un ejemplo de sincretismo y fusión de culturas, la mesoamericana en la que hunde sus raíces y los rituales de la tradición católica importada por los españoles tras la conquista en el siglo XVI, convirtiéndose en una de las expresiones etnográficas y artísticas más conocidas en el mundo de México.





Se trata de una tradición ancestral que celebra el regreso temporal de familiares y seres queridos difuntos. De esta manera simboliza el encuentro entre los vivos y los muertos. Los indígenas trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, su principal alimento. Por eso se festeja el 2 de noviembre, Día de Difuntos en España y un día después de la festividad de Todos Los Santos.


Durante esta celebración, la tristeza y la nostalgia se convierten en gozo, recuerdo, cariño y memoria de seres queridos, honrando a los antepasados y amigos ausentes de manera colorida y alegre, lejos del luto que suele acompañar a los decesos. Según esta creencia, por unas horas los difuntos regresan al mundo de los vivos para unirse a las familias y disfrutar juntos de sus manjares favoritos.


Tras recibir a más de 80.000 personas en 2023, este año la Casa de México espera que 100.000 visitantes pasen por el altar hasta el 10 de noviembre, al cual se suma un programa de actividades, talleres o ciclos de cine en torno a esta festividad.


Así, la dualidad de la vida y la muerte está representada en la fachada principal con 40 de estas flores de cempasúchil tejidas en la técnica de las sillas Acapulco. El color encendido de esta flor ilumina el camino y el aroma guía a las almas hacia el altar. La cara exterior de la Casa de México se complementa con nueve calaveras monumentales que emulan la técnica del barro bruñido.


Entre esos guiños al cine pergeñados por Caballero está la alusión al clásico del cine mexicano Macario (1960) y a su temática sobrenatural, con infinidad de velas que enmarcan la puerta de entrada. Precisamente esta cinta se proyectará dentro del ciclo de cine El muerto al pozo y el vivo al gozo.


Artesanía chiapaneca colgante que representa la milpa. FCME

En el escaparate el visitante podrá observar una escenografía que simula un teatrino con un paisaje mexicano habitado por calaveras. Las escaleras —a las que antes de llegar hay que ascender bajo una instalación colgante de artesanía de Chiapas que representa la milpa (cultivo de maíz) y todos sus colores— se iluminan con cubiertas de papel picado calado con detalles del dibujo del maestro Martínez Pedro.


Tras admirar el altar principal, el público continúa el recorrido por los pasillos, en los cuales se exhibe una veintena de piezas de arte popular inspiradas en la tradición del Día de Muertos y elaboradas en diversas técnicas artesanales como barro, pastillaje, madera tallada y barro moldeado. El final del recorrido lo forma la recreación de un altar de muertos tradicional, como los que se instalan en las casas de los mexicanos cada 2 de noviembre —tradición que precisamente Disney divulgó a todo el mundo a través del séptimo arte con la película Coco (2017)—, con todos los elementos que requieren, léase agua, velas, papel picado, flores, calaveritas, copal, sal, objetos personales del difunto y fotografías (en este caso personas cercanas a la Casa de México que ya no están).


En la época prehispánica, el culto a los muertos era algo esencial, pues las diversas culturas precolombinas entendían el ciclo de la vida y la muerte como un viaje. La muerte convivía en todas las manifestaciones de la cultura. Los antiguos mexicas creían que el destino del alma estaba determinado por el tipo de muerte que habían tenido, y no tanto con la idea de infierno o paraíso cristiana. Así, el Mictlán era el inframundo al que iban las almas de los muertos, gobernado por el dios Mictlantecuhtli y su consorte Mictecacíhuatl.


Estaba dividido en diferentes niveles o regiones y para llegar a él el alma debía atravesar una serie de pruebas y desafíos, un proceso que duraba cuatro años. El viaje al Mictlán consistía en atravesar nueve niveles o inframundos, cada uno más peligroso y desafiante que el anterior, para lo cual era preciso contar con la inestimable ayuda de un perro xoloitzcuintle.


Eugenio Caballero junto al Altar de Muertos. FCME

El responsable del Altar de Muertos de este año, Eugenio Caballero, destaca, además de por su aportación al mundo del cine —Roma (2018), de Alfonso Cuarón; Lo Imposible, de J.A. Bayona (2012), o Bardo (2022), de Alejandro González Iñárritu, entre una treintena de títulos en los que ha participado—, por haber diseñado la ceremonia de apertura de los Juegos Paralímpicos de Invierno en Sochi (Rusia) en 2014, así como por haber colaborado en el espectáculo Luzia del Circo del Sol en 2016, montaje en el que también trabajó Javier Martínez Pedro artista de la comunidad rural de Xalitla, en el estado mexicano de Guerrero que participa en este Altar y que está considerado uno de los artistas más importantes de la ilustración sobre papel amate, material que produce él mismo a partir de corteza de árbol.


Para facilitar la visita, que es gratuita, se establecen grupos guiados de una duración aproximada de 25 minutos, aunque también se permite el acceso libre al recorrido. Toda la información sobre horarios e inscripciones puede encontrarse en la página web de la FCME.


Como broche a esta visita, la Casa de México en España acoge hasta el próximo 16 de febrero una muestra con piezas de la colección Blaisten de arte moderno mexicano a partir de una lectura de sus fondos por parte de la crítica Margarita Nelken, exposición que incluye piezas de figuras como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o José Clemente Orozco.

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