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Toda la infamia de la dictadura brasileña en una mirada de Fernanda Torres

Foto del escritor: Juan Martín SalamancaJuan Martín Salamanca

Tras cosechar éxitos y reconocimientos por todo el mundo, llega a los cines españoles Aún estoy aquí, un alegato memorialista a través del dolor de una familia, el coraje de una mujer y la sonrisa como acto subversivo


Fernanda Torres en una escena de 'Aún estoy aquí', película por la que está nominada al Oscar
Fernanda Torres y su fuerza expresiva, uno de los baluartes sobre los que descansa la cinta. VÉRTIGO FILMS

¿Por qué seguir desenterrando el pasado con la de problemas actuales que tiene el país?, le viene a preguntar una periodista a Fernanda Torres en un momento de Aún estoy aquí, el fenómeno cinematográfico brasileño que acumula galardones por todo el mundo —el más reciente el Goya a la mejor película iberoamericana— y que este 21 de febrero llega a los cines españoles.


Después de mostrarnos (hace ya casi 30 años) el oscuro mundo del comercio ilegal de órganos en su país en Estación Central de Brasil (1998), Walter Salles apunta ahora a los crímenes de la dictadura militar brasileña a través de la historia concreta de una familia, los Paiva, a la que conoce bien. Frente a tentadoras relativizaciones que hoy buscan edulcorar la represión con que se ensañaron aquellos regímenes —Brasil, Argentina, Chile o, por supuesto, España, donde al público podrá recordar situaciones tristemente similares en aquellos mismos años— la cinta de Salles ofrece un alegato contra el olvido llevando a la pantalla el libro homónimo de Marcelo Rubens Paiva, hijo del represaliado Rubens Paiva (interpretado por Selton Mello).


Puede la película recordar en este punto, aunque salvando todas las distancias de cada historia, a otra reciente adaptación cinematográfica de un escritor latinoamericano, El olvido que seremos (2005), del colombiano Héctor Abad Faciolince, que Fernando Trueba convirtió en filme en 2020. Ambos autores de casi la misma edad, ambos retratan con su pluma la cotidianidad de dos familias acomodadas en América latina, las suyas, en un contexto de sinrazón violenta que las acabará atrapando, y ambos se muestran muy marcados por las vicisitudes de un padre comprometido con sus ideas. Aunque quizá menos conocido por estos lares, el brasileño es uno de los grandes nombres de la literatura actual en su país, reconocido con el prestigioso Premio Jabuti en 1983 por Feliz año viejo (Feliz Ano Velho), donde relataba el accidente que lo dejó tetrapléjico con sólo 20 años.


A través del dolor de esta familia concreta en el Brasil de la década de los 70 se sintetiza, como dijo su director, “el sueño roto de un país”. Así, para quienes se muestran hastiados de tanta autoficción y tanta vuelta al pasado, Aún estoy aquí (Ainda estou aqui) les ofrece dos tazas con un relato amargo frente a las sugerentes playas de Río de Janeiro en el que se desborda el poderío interpretativo de Fernanda Torres, en cuyas miradas se logra concentrar toda la infamia de lo que supuso el régimen militar de aquel país. Un cuadro angustioso, rabioso y desolador, en el que también cabe la ternura y la luz, y sobre todo, la música, un analgésico fundamental durante el metraje.

El mar, contrapunto de luz a las escenas amargas de la película
Una de las escenas familiares de la cinta. VÉRTIGO FILMS

La cinta, de dos horas y cuarto de duración, muestra una familia que parece ser feliz pese al desmoronamiento que la rodea, una realidad que ni mucho menos ignora, aunque trate de sobreponerse a tanta ignominia. A medida que la inestabilidad en el país crece, con violentos secuestros de embajadores extranjeros para forzar la excarcelación de presos políticos, la dictadura se vuelve más represiva, alcanzando a los desdichados Paiva.


Ante el desarrollo de los acontecimientos, Eunice (Torres) se convierte en ejemplo de coraje, una fortaleza que no oculta el miedo, la desesperación o la tristeza, arco de emociones que explora magistralmente la actriz, siendo sus ojos y su mirada el gran baluarte de su actuación, por la que se ha llevado ya el Globo de Oro y ahora aspira al Oscar —en 1986 fue premiada en Cannes por su papel en Eu Sei Que Vou Te Amar, de Arnaldo Jabor—. Sin embargo, en esta mujer devastada pero no vencida cabe también la sonrisa, como reivindica cuando el mundo le pida mostrar tristeza, defendiendo que algo tan sencillo pueda suponer un acto de subversión, de resistencia frente a la tiranía.


LA PRESENCIA DE FERNANDA MONTENEGRO


Una mirada que complementa en los últimos compases del filme la madre de Torres, Fernanda Montenegro, quien se quedó a las puertas del Globo de Oro y el Oscar con la citada Estación Central de Brasil, la otra gran obra de Salles junto con la reconocida Diarios de motocicleta (2004), sobre la juventud preguerrillera del Che Guevara.


Sin un sólo diálogo, exhibe Montenegro a sus 95 años la misma fuerza expresiva que su hija, dejando a las miradas y los gestos faciales todas las emociones que torpemente podrían transmitirse con palabras. Un delicioso guiño que marida bien con otro de los valores de esta cinta, los detalles sutiles que van salpicando el metraje para quien los quiera recoger. Sólo en el tramo final, donde puede sobrar algún minuto, el discurso narrativo se hace más explícito, perdiendo parte de ese encanto.


Al margen del Goya —primera película brasileña que lo logra—, del Globo de Oro para su protagonista y de los tres posibles Oscars a los que aspira —mejor película, mejor película internacional y mejor actriz protagonista—, entre los innumerables reconocimientos de Aún estoy aquí (que se acaba de ir de vacío de los Bafta británicos) figura el de mejor guión en la Mostra de Venecia, una carrera de galardones que ha ido acompañada del respaldo del público, con más de tres millones de espectadores en Brasil.

1 Comment


Lucila R.
Lucila R.
Feb 19

Muy buena nota. Ojalá el Oscar nos llegue finalmente. Lo merecemos con esta peli 😀🇧🇷

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